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Combate a dos: Exigencia vs. Aceptación

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Combate a dos:  Exigencia vs. Aceptación

“Si me quiere, va a cambiar, porque ella ya sabe que no me gustan esas actitudes y formas de reaccionar. Me invade su “mecha corta”, su impulso y, para que mentirnos, no me cabe la menor duda de que si tanto dice que me quiere, dejará de actuar de esas maneras tan “instintivas” y que tanto me cortan el rollo.”

(Piensa Miguel de Ana)

“Si me quiere, va a cambiar, porque él ya sabe que no me gusta su pasividad, su falta de reacción cuando le expreso lo que siento y como me siento, y, además, como me hace sentir. ¡Porque claro!, ese es otro tema, me hace sentir como si estuviese loca, como si de mi cabeza solo salieran paranoias. Pero bueno, si tanto dice que me quiere, dejará de actuar de esa forma tan plana y neutra que tanto mal me hace”

(Piensa Ana de Miguel)

Y así es como, por desgracia, estamos hechas las personas: De exigencias, de querer cambiar al otro para que encaje en nuestro ideal.  Estamos hechos como un montón de hilos enredados, de ideas turbias de como debería ser la persona que nos acompaña.

Porque por encima de todo, queremos sacrificar la personalidad del otro para que se amolde a la nuestra. Porque exigimos que deje de ser el/ella, para que sea como a nosotros nos interesa. Sin tener en cuenta las repercusiones que suponen el exigir, simplemente mirando solo nuestro propio bien.

Pero ese “propio bien” acaba convirtiéndose en la parte oscura de una relación tormentosa en la que, tarde o temprano, saldrá a flote la esencia de cada uno de los miembros, siempre y cuando no quieran cambiar ellos, por ellos mismos, porque sí, no porque exista el deseo de querer agradar a alguien, a algún tercero, al que se supone que es el amor de tu vida…

De un mundo de exigencias nacen personas coartadas y coaccionadas al cambio con una simple motivación externa, no con la motivación interna de querer cambiar sin necesidad de agradar a los demás.

Recuerda: quién te quiera, te va a aceptar como eres, con tu esencia, tus virtudes, tus defectos y tus imperfecciones tan sutilmente perfectas.

Rebaja el nivel de exigencia y, sin darte cuenta, tendrás en tus manos la pieza del puzle que necesitas…

Artículo por Raquel García Bayarri