Alguien evita la soledad…
Alguien quién evita la soledad, quién a base de llenar vacíos no soportables, decide huir y escapar del ruido del silencio.
Porque el silencio muchas veces puede ser arrullador. Arrullador en el sentido de generar tal incomodidad que quizá lo mejor sea mitigarlo forzándolo a que no aparezca.
Forzamos muchas veces situaciones para así, sumergirnos en una supuesta tranquilidad y calma mental. Pero, tal y como sucede con las corrientes marinas, muchas veces, el efecto es devastador y… ¿lo peor? que no es perceptible.
Porque bañarse en un mar, a priori, calmado, sin excesivo oleaje, puede resultar relajante, pero basta con sumergir un pie en el agua, adentrarse unos metros hacia el infinito al cual no se llega jamás, y comprobar cómo, desde abajo, desde lo no visible, algo te presiona y te desestabiliza, sacándote de la zona en la que quieres estar.
Igual que las corrientes marinas, llenar silencios y vacíos puede suponer como nadar en un mar tranquilo, pero de corrientes peligrosísimas.
Porque rodearse de gente que no suma, solamente para evitar la soledad, es arrullador.
Porque escapar de lo que supone estar solo, es devastador.
No hay peor natación (bien si comparamos la vida con el mar y sus aguas), que la de nadar a contracorriente simplemente buscando llenar vacíos.
Porque está bien sentirse acompañado, pero …
NO
A
CUALQUIER
PRECIO
Por Raquel García Bayarri, psicóloga
