Suelta el peso que no te pertenece…
Sí, decídete a soltar el peso que arrastras a tus espaldas que no te pertenece, que no es tuyo. Que, en algún momento, alguien decidió invitarte a que lo sostuvieras y, sin darte cuenta, respondiste afirmativamente, liberando a la persona que te lo “regaló” de semejante pesadez.
Cuando te inviten a sostener un peso mayor al tuyo propio, te invito a que te plantees la función que cumple dicha carga.
Porque está bien ayudar a las personas.
Porque es de ser “buena gente” el asumir responsabilidades ajenas.
Porque se debe tener responsabilidad afectiva.
Si debería elegir, o quedarme con una de entre las tres frases que he redactado en las líneas anteriores, sin pensarlo dos veces me quedaría con la primera, y con la segunda, y con la tercera… pero añadiendo una serie de matices.
Sí, está bien ayudar a las personas, pero… ¿a qué precio? Si con el fin de que una persona se llene de energía y fuerza, yo deba vaciarme… me lo pensaré dos veces.
Si ser “buena gente” significa no expresar mis opiniones, no escucharme a mí primero como la persona que va a estar toda la vida conmigo, que se acuesta y se levanta día tras días conmigo, me lo pensaré dos veces más.
Si para asumir la responsabilidad del otrx, deba anularme yo, me lo seguiré pensando, no dos veces, sino cuatro, o cinco, o quizá seis…
No sé hasta qué punto he expresado lo que siento, puesto que, a veces, me enredo a mí misma, siendo complicada la tarea que viene después, deshacer cada nudo que existe en mí.
Pero si de resumir se trata, quédate con lo siguiente:
- Quererse a uno mismo no es ser egoísta, pensar en uno mismo tampoco.
- Poner límites es sano.
- No cargar más peso del que ya llevas dentro de la mochila de experiencias de vida significa también amarse.
Así pues, te invito a que seas buena persona, (que no dudo que ya lo seas) y, a que respondas de manera hábil a los sentimientos de tu gente, pero nunca cargándolos sobre tus hombros, puesto que esos sentimientos son de él/ella.
En resumen, quiérete mejor (que no más).
SUELTA EL PESO QUE NO TE PERTENECE.
Por Raquel García Bayarri, psicóloga