Como bien dice una sabia frase, “la distancia no aleja, el desinterés sí”.
Grande es la distancia que separa personas, no solo por la lejanía en cuanto a donde se hallan, si no por la diferencia de sentir que poseen.
Porque cada ser humano siente, y a veces, muchas veces, siente diferente.
Porque no me puedo acercar a quién me rechaza.
Porque no puedo conectar con quien vibra en una frecuencia diferente a la mía…
Muchas personas se hallan solas, pero se sienten acompañadas emocionalmente. Otras muchas, se hallan acompañadas, pero se sienten solas.
Se sienten solas…
Porque no reciben lo que esperan.
Porque no esperan lo que reciben.
Y duele.
Duele la distancia emocional.
Duele querer y no poder.
Duele no poder recibir un abrazo cálido, una tierna mirada con la que sentir que estamos a salvo.
Que todo va a salir bien. Que todo va a estar bien.
Duele la soledad, el silencio, la quietud, el abandono.
Duele querer y no poder.
Porque el desinterés es una bala apuntando diana sobre la distancia emocional.
Es entonces cuando la distancia emocional pesa mucho más que la distancia física.
Tan grande es el peso, que ese amor tan esperado y deseado acaba muriendo.
Morir y matar.
Duelo a dos.
Combate con un solo ganador.
Dos caras de una misma moneda.
Moneda lanzada al aire.
Puro azar.
Destino.
Suerte.
Por Raquel García Bayarri
